20 de Enero, 31 de Mayo y la Redención

Con esta primera publicación de la “Serie 31 de Mayo”, la EDITORIAL PATRIS cumple un gran anhelo: poner a disposición de la Familia de Schoenstatt de habla hispana textos del P. Kentenich y elaboraciones sobre la Misión del 31 de Mayo

P. Rafael Fernández

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El presente trabajo, titulado ”20 de Enero, 31 de Mayo y la Redención”, corresponde básicamente a las charlas dadas en la jornada de dirigentes en Bella- vista, en mayo de 1983.

La primera parte nos sitúa en la perspectiva de la Redención, su contenido y leyes propias, y nos proporciona los fundamentos bíblicos y dogmáticos pa­ra comprender el 31 de Mayo desde esa óptica. Ei Año Santo de i a Redención, proclamado por Juan Pablo II, constituye el trasfondo de estas reflexiones.

La segunda parte nos pone en contacto con textos del P. Kentenich sobre el 20 de Enero. Podemos apreciar en ellos la profunda vivencia de la Redención que experimentó la Familia en tomo a este hito de nues­tra historia. Para comprender el 31 de Mayo es indispen­sable adentrarse en el proceso vital del 20 de Enero.

La tercera parte nos muestra la continuidad entre 20 de Enero y 31 de Mayo. Siempre en el contexto de la Redención. Destaca particularmente las contribuciones al Capital de Gracias —primer eiemento constitutive del 31 de Mayo —poniendoio en relacion con el sacerdocio comun de ios laicos. Importantes tex- tos de nuestro Padre nos impuisan a seguir con gran amor y pasion ia hueiia que ei nos trazo.

PRIMERA PARTE: EN LA PERSPECTIVA DE LA REDENCION

INTRODUCCION

Al proclamar el Año Santo de la Redención, el Santo Padre nos da una extraordinaria oportunidad para profundizar la Misión del 31 de Mayo.

Hemos elegido como lema: “Sf, Padre, segui­mos tu huella”. Con él iniciamos oficialmente nuestra preparación al centenario del nacimiento de nuestro Pa­dre, al jubileo de 1985. Al decir “Sf, Padre, seguimos tu huella”, no nos referimos solamente a la voluntad de imitar a nuestro Padre, luchando por reproducir en no­sotros actitudes semejantes a las suyas, sino a algo más: que estamos dispuestos a seguir el camino que él inició y a realizar la obra que él nos encomendó.

El corazón de nuestro Padre debe haber al­bergado sentimientos semejantes a los que manifestó Cristo a sus discfpulos:“Lo que les digo de noche, dígan­lo en pleno día, y lo que escuchan al ofdo, pregónenlo desde las azoteas de las casas”; “asf como el Padre me envió, asf también yo los envío a Uds.”; “vayan y lleven la Buena Nueva a toda la creación”. Sus discípulos hi­cieron propio este encargo y dieron su vida por él.

La fecundidad de la misión de nuestro Padre está supeditada a nuestro compromiso; a la comprensión que poseamos de la tarea que nos legó; a nuestra unióncon él y al radicalismo que demostremos por seguirlo. “Si el sarmiento no está unido a la vida no da fruto”, de­cía el Señor a sus apóstoles. Analógicamente hablando, también para nosotros vale lo mismo: si no estamos es­trechamente unidos a nuestro fundador, no podemos dar frutos para Schoenstatt.

“Seguimos tu huella”. Las que marcaron la historia de Schoenstatt: el paso del 18 de Octubre de 1914, día en que sella la Alianza y funda nuestra Fami­lia; el paso del 20 de Enero de 1942, que conduce a la Familia a su maduración interna, y el paso del 31 de Mayo de 1949, que lanza a la Familia hacia la publici­dad. Al dar este paso, el P. Kentenich no tiene en vista primariamente a Schoenstatt en sí mismo, sino que, en primer lugar, a la Iglesia y el destino de occidente. De esta huella que trazó el 31 de Mayo y que prolonga las anteriores, nos sentimos especialmente responsables.

UNA MISION REDENTORA

El Año Santo nos permite situar el 31 de Mayo en su verdadera perspectiva: es, por excelencia, una misión redentora. Por él asumimos, en forma vital, la redención de Cristo, sus leyes y su camino.

Es interesante constatar el hecho sorpren­dente que Juan Pablo II haya querido proclamar, en este momento, un Año Santo de la Redención. Nadie lo esperaba puesto que no correspondía a los períodos nor­males en los que se proclama. ¿Por qué llama el Santo Padre a este Año Santo?, ¿por qué urge a la Iglesia para que se comprometa con mayor intensidad aún en el acontecimiento de la Redención?. Debe haberle sucedido algo semejante a lo que aconteció a nuestro Padre cuando proclamó la Misión del 31 de Mayo. Juan Pablo II ha recorrido países y continentes. Ha vivido de cerca y palpado la dura realidad actual. Por eso siente en su corazón la necesidad que tiene el mundo del Redentor. Ve cómo el mundo busca caminos de redención pero tambie'n que desconoce y huye de la verdadera fuente de la redención: Cristo Jesús. Llama, entonces, a la Igle­sia a que haga suya, con más ardor, la redención de Cris­to; que recurra con mayor fuerza al verdadero Redentor del hombre.

Cuando, en 1949, el P. Kentenich proclama la cruzada del 31 de Mayo, lo hace después de haber es­tado en el campo de concentración de Dachau. Ha ex­perimentado intensamente el proceso de decadencia de nuestra cultura y dice por eso:

“Vemos cómo el occidente camina a la ruina y creemos que estamos llamados, desde aquí, a realizar un traba­jo de salvataje, de construcción y de edificación’.’[1]

El P. Kentenich sufre por la situación de oc­cidente, siente la urgencia de que Schoenstatt se com­prometa con la vida de la Iglesia y le ayude a intensificar en ella, la energía redentora de Cristo.

Son significativas sus palabras al concluir la primera parte de la carta del 31 de Mayo, junto al san­tuario de Bellavista, cuando afirma:

“Con esto hemos tomado posición respecto a to­dos los puntos esenciales que contiene el informe sobre la meta religioso-pedagógica. Nos hemos esforzado por hacerlo científicamente en la forma más exacta posible. Permanentemente ha inspirado la pluma el amor a la Iglesia y la preocupación por la actual catástrofe mundial. En esto no ha jugado ningún papel un creer a toda costa que se tiene la razón o un preciosismo científico o resentimientos del afecto. Para eso, son valores de­masiado importantes los que están sobre el tapete. Se trata de problemas del tiempo actual que son básicos, vitales y decisi­vos... Dios mismo pasa hoy por nuestro tiempo. Parece que El, primariamente, quiere poner orden en su propia casa. La histo­ria va a mostrar quién lo ha entendido correctamente...”2

El P.Kentenich estima que nos falta fuerza vital para asumir creadoramente la problemática actual y darle una solución positiva. Más aún, denuncia que in­cluso dentro de la misma Iglesia existen gérmenes del bacilo colectivista y que, por esta razón, al cristianismo actual le resulta difícil vencer el colectivismo del mundo contemporáneo. Busca potenciar la energía redentora de la Iglesia y por ello anhela que Schoenstatt llegue a ser corazón de la Iglesia, que es el símbolo de aquello que anima e impulsa la fuerza de la vida por todo el organis­mo.

Para comprender el sentido del 31 de Mayo, es preciso situarse en la óptica de nuestro Padre y Fundador:

“El motivo que nos reúne hoy, en esta tarde, —explica en la plática del 31 de Mayo— indica que el Padre Dios nos ha confiado una gran tarea para todo el mundo, espe­cialmente para Europa, para el occidente.., ¿Será acaso un don que nos hace, un reconocimiento y un honor para nosotros, si creemos que ella nos quiere usar desde acá, a partir de este día, para ganar una influencia más poderosa en la forjación de los destinos de la Iglesia para el espacio cultural de occidente?"[2]

2 La Carta del 31 de V sólo existe en forma de manuscrito. Lo impreso en cursivas en esta cita y las siguientes corresponde a una intención nuestra de destacar algún concepto, no pertenece al texto mismo. 

La intención del Santo Padre y del P. Kente- nich la captamos con mayor claridad en la medida que profundizamos el contenido y significado propios de la redención; ambos buscan caminos de redención para el hombre y la cultura actual.

Hay muchas maneras de comprender la re­dención, pues en esto los espíritus están divididos. Sin embargo, existe un cierto consenso respecto a \a. necesi­dad de redención. Desde todos los estratos de la socie­dad escuchamos el mismo clamor: crisis en el orden per­sonal, familiar, político, económico; crisis en el orden moral y religioso... Son pocos los que viven ajenos a esta cruda realidad, pocos los que se ciegan ante el llamado de un mundo que reclama por liberación y redención. Los problemas se hacen cada vez más agudos. De allí que quizás ahora estemos mejor capacitados para com­prender lo que pretendía el P. Kentenich cuando procla­mo la cruzada del 31 de Mayo. Estamos viviendo una profunda desintegración del hombre y de la sociedad, del organismo natural y sobrenatural de vinculaciones tal como él lo vaticinara con tanta claridad.

[1] Documentos de Schoenstatt, pg. 181, n. 20.

[2] Doc. de Sch., p. 178, no. 5.