¡Ay América Latina! (So What?)

Desde luego, excusen lectores de SchVivo por incluir en el titular de la presente columna una expresión coloquial en inglés ("So what?", que en español significa "¿Y que?").Sin embargo, por esas a veces circunstancias difíciles de la vida pero que al mismo tiempo nos proveen de oportunidades, hace algunos años tuve ocasión de enseñar en el extranjero, en inglés, y en ocasiones utilizo en mis reflexiones ciertos giros del idioma de Shakespeare (aunque, por cierto, lamentablemente, no escribo como el inmortal bardo). Recuerdo que mis alumnos, que eran estudiantes de doctorado y buenos y muy críticos lectores, muchas veces al final de las sesiones comentaban: "so what?" Lo expresaban a propósito de nuestras lecturas de libros y artículos de sociólogos, politólogos, antropólogos, economistas, juristas, periodistas, intelectuales y políticos latinoamericanos que se caracterizaban por el tono quejumbroso de sus análisis de nuestra historia y realidad social, económica, política, cultural.

| Patricio Chaparro Patricio Chaparro

Desde luego, excusen lectores de SchVivo por incluir en el titular de la presente columna una expresión coloquial en inglés ("So what?", que en español significa "¿Y que?").

Sin embargo, por esas a veces circunstancias difíciles de la vida pero que al mismo tiempo nos proveen de oportunidades, hace algunos años tuve ocasión de enseñar en el extranjero, en inglés, y en ocasiones utilizo en mis reflexiones ciertos giros del idioma de Shakespeare (aunque, por cierto, lamentablemente, no escribo como el inmortal bardo).

Recuerdo que mis alumnos, que eran estudiantes de doctorado y buenos y muy críticos lectores, muchas veces al final de las sesiones comentaban: so what?Lo expresaban a propósito de nuestras lecturas de libros y artículos de sociólogos, politólogos, antropólogos, economistas, juristas, periodistas, intelectuales y políticos latinoamericanos que se caracterizaban por el tono quejumbroso de sus análisis de nuestra historia y realidad social, económica, política, cultural.

De las aludidas lecturas se concluía que las diversas naciones-estado de nuestra múltiple y variada región latinoamericana, terminaban por perfilarse como países de gran potencial, que lo tenían prácticamente todo para poder alcanzar el desarrollo humano y no habían logrado nada, o casi nada, excepto la pobreza o miseria de la mayoría o buena parte de sus infortunados habitantes.

Y, además, conjuntamente con lo anterior, se extraía de esas lecturas un largo y penoso historial de violaciones a la dignidad y derechos fundamentales de la persona humana.

Al final de cuentas, sumando y restando, era como para exclamar ¡ay América Latina! y ponerse a llorar - excepto que no era académicamente correcto hacerlo.

De otro lado, también podía concluirse que, en nuestra atroz historia política, los países de nuestro Continente habían experimentado prácticamente de todo.

Desde nepotismos, oligarquías, dictaduras, regímenes militares, autoritarismos, populismos, totalitarismos, revoluciones varias, reformas frustradas, etcétera, hasta regímenes políticos democráticos representativos - poco o débilmente representativos, por regla general.

Solamente nos faltaba instalar y experimentar con un gobierno de los teólogos, aunque algunos en su momento intentaron darle fundamento a un régimen político de ese tipo.

Ahora bien, más cercanamente en el tiempo y en el espacio, cuando leo análisis generales recientes sobre Chile y lo que está ocurriendo en nuestro país de la indignación movilizada acompañada de una inveterada y ampliamente rechazada violencia, percibo que tiende a surgir el mismo cántico, las mismas críticas de hace treinta o cuarenta años atrás.

El diagnóstico también es similar, sino igual, y concluye que es preciso un "cambio profundo en el ámbito económico, social, político, cultural".

Pero, al final del día, se trata del mismo o variaciones mínimas del discurso que escuché de joven –hace algún (mucho) tiempo- y cada vez más me convenzo que tiende a tratarse y puede que sea un simple artilugio para llevar adelante una de las peores orientaciones e intenciones en la vida de interrelación política, aquella que grafico como "quítate tú para ponerme yo".

Esa orientación e intención existe empíricamente y, conviene destacar, puede aplicarse a mí, a cada uno y todos nosotros, y a los políticos, partidos, gobernantes, opositores, ciudadanos indignados o no, organizados o no, cualquiera sea la ideología que sustenten.

Por otra parte, considero que, en Chile, el desprestigio, desafección, rechazo, incluso rotundo y profundo de los políticos, de los partidos políticos, el Gobierno, la Oposición, las instituciones políticas – que considero sumamente riesgoso para un régimen político democrático- es motivado, en buena medida, en que ya nadie o casi nadie cree en el discurso a que aludo.

Porque al fin de cuentas la pregunta que yo -y creo que muchos otros- nos hacemos es ¿qué propone usted hacer, específicamente, para avanzar desde donde estamos a una situación mejor sin que ocurra una involución a situaciones aún peores como aquellas de nuestro pasado?

Considero que la pregunta acerca de qué hacer es central a la política y a los políticos y hoy también debiéramos formularla a los ciudadanos indignados y movilizados, sean viejos, menos viejos o jóvenes y del lugar o país que sea.

Opino que en el Chile del siglo XXI y en muchos países de América Latina existe la experiencia y la capacidad para, sin emotividad, sin exaltaciones ni violencia, diseñar y proponer soluciones y nuevos avances específicos, realistas, financiados, consensuados, sustentables en el tiempo, respetuosos con nuestro entorno y las personas y que mantengan y perfeccionen los regímenes políticos democráticos que, felizmente, hoy tienden a prevalecer en el Continente.

Cuando ello ocurra -si es que ocurre- habremos comenzado a contestar a la agresiva pero correcta pregunta de mis alumnos, aludida al inicio de esta columna: "So what?"

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