¿Hipócrita Yo?
Jesús no quiere que deje de preguntarme cada día: "Señor, ¿qué quieres de mí?". Pero sí quiere advertirme de mi incoherencia. De poco sirve preguntarse en abstracto y divagar. Pocas veces las voces de Dios surgen de la nada. Es muy emocionante cuando uno descubre caminos de Dios a partir de las voces del tiempo, del ser y del alma... ¡Me pasaría la vida con el oído en el corazón del Padre! Pero hay muchas cosas en la vida que no requieren más que ponerse a ellas. Hay mucho por hacer con simplemente abrir los ojos y el pulso del tiempo no está para remolones...
| Macarena Navas Gasset Macarena Navas GassetPero al leer el evangelio del otro día me dolieron estas palabras: "¡Hipócritas! Sabéis distinguir el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no distinguís, pues, este tiempo? ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?"*.Yo no soy muy buena con la meteorología pero desde luego me sentí interpelada. Mi reacción instantánea fue de cierta indignación: No sólo no se hace cargo de lo difícil que lo pone a veces, sino que encima pretende convencerme de lo fácil que es. Como si me dijera no sólo estás ciega, sino que además eres idiota.
Muchas veces me han sorprendido las reprimendas de Jesús a sus coetáneos. Como si no me pareciera creíble que el buen Dios mostrara humanamente su enfado. Pero esta vez, como objeto de una de ellas, supe que, en ocasiones, es necesaria esta dureza.
- ¿Hipócrita yo?
- Sí, tú.
- Pero ¿cómo Tú, que tanto me amas, me hablas así? Tú sabes que te quiero y que es verdad que no lo sé... Yo no te engaño, ¿por qué, si no, te iba a preguntar?
Y entonces me di cuenta:
- Sí, hipócrita yo, pero contra mí. Contra mí misma.
Es verdad que no sé qué será de mí mañana, ni las decisiones que deberemos tomar... Pero ¿acaso cumplo yo su voluntad siempre y cuando se me plantea ocasión? ¿Acaso rezo todo lo que sé que debo? ¿Acaso me entrego a los demás tal y cómo Él nos enseñó? Espero de Él grandes respuestas pero las mías se hacen pequeñas en las tareas del día a día.
Creo que Jesús no quiere que deje de preguntarme cada día: "Señor, ¿qué quieres de mí?" Pero sí quiere advertirme de mi incoherencia. De poco sirve preguntarse en abstracto y divagar. Pocas veces las voces de Dios surgen de la nada. Es muy emocionante cuando uno descubre caminos de Dios a partir de las voces del tiempo, del ser y del alma... ¡Me pasaría la vida con el oído en el corazón del Padre! Pero hay muchas cosas en la vida que no requieren más que ponerse a ellas. Hay mucho por hacer con simplemente abrir los ojos y el pulso del tiempo no está para remolones...
Pero la reprimenda aún llegó más lejos en mi interior, al menos por unos segundos. Como el tintineo que resuena cada vez más quedo al abrir las puertas de algunos comercios. Así fueron recorriendo estas palabras todos los peros que yo opongo a su voluntad. Mis seguridades, el bienestar, ¿y si los pierdo?, ¿y si me equivoco?, el qué dirán... Estos y los que no pude llegar a oír. Los peros que surgen siempre como voces entre las otras, y que consiguen reventar toda la creatividad y magnanimidad que Dios pueda sembrar en mí. Los peros que justifican los caminos que al final tomo. Caminos también posibles, pero seguramente más largos y costosos, y que, además de todo, y precisamente por eso, me ocultan la siguiente etapa del camino.
Todos ellos desaparecieron por un instante y me pareció ver algo en el fondo del alma. No me dio tiempo a leerlo, porque enseguida se cerraron las puertas. O tal vez sí lo vi. Lo que es seguro es que allí estaba la respuesta y que no es Dios quién la empaña.
* Lc.12,56-57.