Sobre la mujer y la política
Leí el artículo publicado por Juan Emilio Cheyre, y la verdad es que me sentí muy identificada con él y obviamente me pareció excelente (¿justamente porque me sentí identificada con él? ¡Así parecen ser los juicios humanos!...) A veces los cristianos nos sentimos tironeados ante realidades que muchas veces oponemos maniqueamente, cuando en realidad, no están opuestas en absoluto, sino que dependen exclusivamente de la manera en la que uno puede y deba involucrarse teniendo en cuenta sus dones, capacidades, talentos y limitaciones. No es cuestión en definitiva de marcar las diferencias, sino de acentuar de manera distinta esas realidades. En este sentido, el papel de la mujer en la actualidad es de suma importancia. Veamos con un ejemplo. Si soy madre de familia, es de suponer que mi obligación primera sea el de forjar un hogar junto con mi marido, mis hijos y dedicarle al hogar el tiempo que haga falta, en un tiempo donde la velocidad y la dispersión parecen devorarlo tal como Cronos a sus hijos. Pero muchas veces la mujer necesita salir a trabajar. ¿Sigue siendo prioridad el cuidado del hogar y de los hijos? Sin lugar a dudas. Pero las fuerzas se dividen forzosamente. Ponemos en la balanza aquellas cosas más importantes para con nuestros hijos, y las que no son tan importantes quedan relegadas....
| Cecilia Sturla (Argentina) Cecilia Sturla (Argentina)
Leí el artículo publicado por Juan Emilio Cheyre, y la verdad es que me sentí muy identificada con él y obviamente me pareció excelente (¿justamente porque me sentí identificada con él? ¡Así parecen ser los juicios humanos!...)
A veces los cristianos nos sentimos tironeados ante realidades que muchas veces oponemos maniqueamente, cuando en realidad, no están opuestas en absoluto, sino que dependen exclusivamente de la manera en la que uno puede y deba involucrarse teniendo en cuenta sus dones, capacidades, talentos y limitaciones. No es cuestión en definitiva de marcar las diferencias, sino de acentuar de manera distinta esas realidades.
En este sentido, el papel de la mujer en la actualidad es de suma importancia. Veamos con un ejemplo. Si soy madre de familia, es de suponer que mi obligación primera sea el de forjar un hogar junto con mi marido, mis hijos y dedicarle al hogar el tiempo que haga falta, en un tiempo donde la velocidad y la dispersión parecen devorarlo tal como Cronos a sus hijos. Pero muchas veces la mujer necesita salir a trabajar. ¿Sigue siendo prioridad el cuidado del hogar y de los hijos? Sin lugar a dudas. Pero las fuerzas se dividen forzosamente. Ponemos en la balanza aquellas cosas más importantes para con nuestros hijos, y las que no son tan importantes quedan relegadas.
¿Y cuando la mujer siente vocación hacia lo político y social? Allí entran en juego otros factores no menores: las ansias de tener un hogar con niños bien educados, libres y comprometidos con su realidad, y el anhelo de forjar una sociedad más humana y más familiar (que es la condición sine que non para encarnar al hombre nuevo en la nueva comunidad: donde en las instituciones, cualquiera que sean, no se logran vínculos de tipo familiar, no forjamos ese ideal de nueva comunidad, como tantas veces sostuvo Kentenich), que también responde a una vocación especial.
Ahora bien. No es lo común que la mujer ahonde en la política. Si bien cada vez hay más mujeres políticas (y teniendo en cuenta que el voto femenino en las democracias modernas comenzó hacia mediados del siglo pasado en la mayoría de los países), pocas son las mujeres que empapan de lo "eterno femenino" en la vida política. Y ello porque para llegar a la política, han endurecido de tal manera su postura ante una sociedad tan masculinizada como la nuestra, que el modo de ser masculino ha pasado como norma para el modo de ser femenino. Son tantos los sacrificios que tiene que hacer una mujer en política, tantas las renuncias, que provocan un endurecimiento y una pérdida en la visión universal de su misma vocación hacia la cosa pública.
La primera dificultad es compatibilizar la vocación política con la mirada de la sociedad. Hay una dificultad frente a la mirada común que se tiene de la mujer. La mujer católica tiene (gracias a Dios) muy en claro que si se casa y tiene hijos, su prioridad es la familia. Pero algunas mujeres tienen más para dar, no sólo a los hijos, sino a la sociedad entera. Y el juicio del mundo suele ser lapidario para con esas mujeres: "Tanta obra que hace, pero ni me quiero imaginar cómo lleva su casa, su marido y sus hijos". De allí que las mujeres católicas no quieran meterse en la cosa pública, por miedo o a la condena social, o a abandonar sus prioridades como amas de casa.
Otro tema no menor, es que esas mujeres con genuina vocación son tan pocas (por lo menos en Latinoamérica), que no son comprendidas ni siquiera dentro del ámbito católico. Una mujer para comenzar a hacer política, requiere que haya pospuesto esa vocación hasta que sus hijos tengan una edad en que el asunto no resulte tan complicado desde lo pedagógico y lo operativo en el ritmo de un hogar.
¿Entonces todas las mujeres tendrían que tener esa vocación hacia lo público pese a las dificultades? De ninguna manera. Pero las mujeres que sí tienen esa vocación, deberían ser valoradas y aprovechadas al máximo, porque una política donde no existe la mirada femenina, es una política trunca, de mirada torcida y de intereses economicistas hasta el hartazgo. El cruento siglo XX es una muestra de una política dominada por hombres que acabó con masacres nunca vistas en la historia de la humanidad. Por ello mismo es que hay que fomentar en nuestras sociedades la participación activa de las mujeres en la política facilitándoles un poco las cosas y elaborando normas más creativas y "ad hoc" que hagan que la mujer le brinde a la sociedad sus dones esenciales: mayor diálogo, una mirada más solidaria y humana a la economía, y forme hogar donde vaya, sin tener que renunciar a su otra vocación hacia la maternidad. La opinión de la mujer debe tener un espacio concreto y una escucha más abierta. Muchos dirán que ya ese espacio lo tiene, y quizás los ejemplos que uno tenga son de las mujeres políticas argentinas, que han ganado terreno, pero con la renuncia de su femineidad (no aparente, sino esencial).
Entiéndase bien que con esto no estoy obligando a todas las mujeres que se comprometan con la política de la misma manera. Si elegí ser ama de casa, entonces mi responsabilidad como ciudadana va a ser la de transmitir a mis hijos una educación basada en la mirada a toda la realidad, y no sólo en el pequeño núcleo del colegio, el barrio privado y la relación "con gente como uno". El papel de la mujer es demasiado importante como para que se banalice la mirada frente al rol de la madre en la sociedad. No es sólo dar amor y cariño a los hijos, sino abrirles la mirada ante un mundo injusto que necesita de gente que lo haga más justo. Ante un mundo de riqueza desproporcionada y de pobreza también desproporcionada. De nada me sirve la educación de mis hijos "de excelencia", si ella no les permite luchar y aspirar a reformar esas instituciones que de tan injustas claman al cielo. Si la mujer no toma conciencia de ese rol social y político que tiene en propia casa, de nada sirven los esfuerzos de toda una comunidad que eduque al otro contra los valores individualistas de su hogar.
Por ello es que valoro inmensamente a las mujeres que se comprometen no sólo a educar a sus propios hijos, sino también a toda la sociedad. De la manera que sea, con las posibilidades que sean. El problema acá no es el "tiempo tirano", ni el trabajo excesivo. Si no tengo las aspiraciones íntimas y personales para querer transformar la realidad en la que estoy metida hasta el cuello, jamás vamos a poder lograr esa nueva comunidad de la que hablaba Kentenich. Y ese papel lo tiene principalmente la mujer (con todo el respeto que me merecen los de sexo masculino).
La responsabilidad histórica por el pasado mañana de la historia está en manos de esas madres que pueden y deben abrir los ojos de sus hijos y entorno. Colaboremos a formar conciencia de misión y apostolado desde Schönstatt teniendo siempre presente ese compromiso con la historia. Va a ser de la única manera que hagamos nuestro aporte a la sociedad para codecidir los destinos de la Iglesia y del mundo a la sombra del Santuario.